Abrazos y despedidas

Llega la época del año donde muchos deciden tomar sus inmerecidas vacaciones cortas. Digo, inmerecidas porque son cortas ya que cada uno debería hacerse acreedor  por lo  menos a dos meses de relax total. (El del pantalón rojo puede).

Algunos deciden viajar por aquí nomás, otros mas osados toman el avión en busca de sol y playa o lugares exóticos mas allá.

En todos los casos se repite el ritual de la despedida. Se vayan por medio día o por dos meses, existe esa costumbre del viajero en ciernes, de pasar por tu casa para saludar y avisar que se van. Por lo menos esto es lo que sucede por estos lados.

Este viaje de familiares y amigos no es que haya surgido de un día para el otro, lleva meses de preparación. Uno ya estaba enterado. En este encuentro se usan las consabidas frases de rigor como ser: ¿A que hora salen? ¿Tienen reservación? ¿Cuando vuelven? ¿Es all inclusive?  ¿Dejaron la comida para el perro? ¿Cerraron el gas? etc. etc. Preguntas sobre las cuales a esta altura uno ya sabe todas las respuestas.

Por eso prefiero solo un ¡Buen viaje! ¡Que  lo disfruten!  No me importa como lo hagan, solo que lo hagan carajo.    

Me dan cierta cosa las despedidas de este tipo. Prefiero hacerlas bien cortas o pasarlas por alto. Es como que saludas por si las dudas no nos volviéramos a ver o partieramos al destierro. (+ +Vade retro + +) Y eso que no soy supersticioso. Quizás algún/a psicólogo/a diga que  en el fondo subyace este tipo de temor aunque sinceramente no lo siento.

¿Porque entonces toda esta escena, si  cuantas  veces ocurre que por semanas enteras dejamos de ver a un amigo en el pueblo que ahora se va  solo por tres días a la playa? ¿Acaso es por la distancia? ¿A mayor distancia del punto vacacional, mayor tiempo de despedida?  O es proporcional a lo que dure su ausencia? ¿No sentimos lo mismo cuando el ser querido está  a la vuelta de casa que a tres mil kilómetros de distancia?  

Aclaro, que no es que uno quiera irse sin avisar, como sin pagar las cuentas pendientes. No. A lo que me refiero es a ese momento crucial, cuando te subía al auto con las valijas y partís. Y también con tu familia (Me había olvidado). Particularmente, cuando me ha tocado viajar cerca o lejos allende los mares he tratado que el momento de la partida sea lo mas discreta posible. Que el momento de salir sea una cosa casual, como decir voy hasta la farmacia a comprar  aspirinas y vuelvo. Minga.

Que no requiera muchas palabras y me libre de escenas sentimentales. Y he comprobado que en estas situaciones con mi mujer nos complementamos de manera perfecta. Somos  el día y la noche.  Ella es la que, siempre,  se encarga de repartir los saludos a diestra y siniestra previos al viaje.

Como ven, de las dos situaciones (partida-regreso), prefiero ampliamente la segunda, es decir, el saludo al regresar. Aunque este encuentro signifique reconocer que  las vacaciones están kaput.  El regresar ya es todo un  logro, y si lo hacemos sin haber sufrido ninguna de las cosas que te pueden pasar cuando viajas, vale doble. Eso sí, cuando estas de regreso tratá de saludar a todos en las próximas horas antes de que se te pase el efecto vacacional, que ocurre al día siguiente cualquiera haya sido la extensión de las susodichas. Y no se les ocurra nunca volver de las mismas un día lunes. En pocas horas podes tener  todos los síntomas prevacacionales agravados. En este punto habría mucha tela para cortar. 

Siguiendo con el hilo y lo dicho, otro caso digno de mención es cuando algún amigo pasa a saludar o viene de visita por casa y no necesariamente a pedirte plata. Es muy raro que la puerta de mi hogar esté con llaves (chorros abstenerse porque no hay nada de valor). Muchos llaman a la puerta y se quedan esperando que uno vaya a atenderlos. ¿Para queeeee? ¿Hace falta decirles que como amigos que son, no necesitan anunciarse ni pararse en la puerta a esperar? A los amigos, los considero parte de mi familia más cercana y como tal, son dueños también de mi casa. No necesitan permiso para entrar. Son libres de ir y venir cuando les plazca.  Por supuesto que daría que  pensar si viniera siempre cuando mi mujer está sola, o mas grave aún, siempre a la hora de comer.

Y eso me lleva al momento en que se van. Algunos tienen la costumbre de acompañarte hasta la puerta o la vereda para despedirte. No esperen eso de mi parte, sería como salir a despedir a mi mujer o a alguna de mis hijas cada vez que salen de casa. ¡Cosa de locos!Por eso cuando voy a la casa de un amigo,  abro la puerta (si no esta trancada) asomo la cabeza con un ¡Bueeeenas!, como todo anuncio de llegada y atropello. ¡Y aguántesela!

Y cuando termina el encuentro, no espero que me acompañen hasta afuera porque ya conozco el camino de salida salvo que lo hagan para asegurarse de que uno efectivamente se vaya de su casa. Que en este caso lo comprendería. Por última vez les digo que todo lo que uno tenga para contarles, lo dirá dentro de la casa y no en la vereda para que se enteren todos los vecinos.

Por último para despedirme solo quiero dejarles estas sencillas dos palabras: ¡Hasta luego!  

*Basado en hechos reales. Hecho el depósito que marca la ley, queda prohibido todo tipo de epítetos contra el autor.