A las 6 de la mañana partimos rumbo a Marull. No sabíamos que nos espera otra odisea previa al Xanaes, que era la Ruta 3. De noche y con una neblina que no me dejaba ver más allá de mi nariz (aclaro que es larga) tuvimos suerte de no caer en uno de los tantos cráteres o salir por la banquina donde falta la demarcación. Creo que como está hoy el camino, podríamos decir que más que ruta, se trata de un conjunto de baches unidos por trozos de alquitrán, que sería adecuado para el testeo de la suspensión de las 4×4.
Gracias a mi pericia en el volante y a la falta de la caminera llegamos a destino más o menos a horario. Después de una rápida inscripción nos brindaron un desayuno frugal y nos entregaron víveres para degustar en el camino. Preparamos las embarcaciones como nos indicara la profesora Paula, dueña de los kayaks que nos facilitó sin pagar un peso, ni dólar ni nada (por lo menos todavía no me llegó la factura) Mi compañera con el verde pepino y yo con el rojo fuego llamado la Saeta por la velocidad que puede llegar a alcanzar en buenas manos. Números 14 y 15 respectivamente. Aproveche para llevar mi vehículo de 4 ruedas hasta lo que sería nuestro destino, esperando al resto de los participantes.
Aclaro que nadie nos pidió mostrar carnet de conducir, ni de piloto de embarcación. Solo nos pidieron que hiciéramos barquitos de papel para demostrar nuestros conocimientos en navegación, cosa que hicimos sin problemas.
A las 10 de la mañana cuando nuestra ansiedad estaba a full, dieron la señal de partida. Mejor dicho hicieron sonar una corneta y nos lanzamos al río. Más de 100 embarcaciones, 200 expertos pilotos y nosotros dos.
En los primeros minutos los pasamos tratando de que la embarcación leyera nuestra mente y se dirigiera hacia donde estábamos pensando. Cosa, que se le hacía difícil ya que nuestras maniobras con el remo eran algo erráticas. Después de hacerla navegar en círculos e ir de contramano y contracorriente, marcha atrás, de costado etc etc., logramos ponernos de acuerdo y transitar ambos hacia el mismo lado, es decir aguas abajo. Referido a esto, pensé que la embarcación tenía aire acondicionado, ya que sentía fresco por lo bajo. Pero no. Solo era el agua que se acumulaba en mis asentaderas y que me acompañarían todo el trayecto.
De acuerdo a lo planeado en nuestra táctica de cómo encarar el desafío, a la hora, ya no teníamos a ningún contrincante a la vista. Todo iba de maravilla. Es decir, estábamos en último lugar como correspondía y el resto de los participantes se habían perdido en el horizonte.
Salvo…, salvo dos abnegados servidores públicos, que temiendo nos ahogáramos o nos despistáramos en alguna curva nos seguía a corta distancia con el salvavidas presto. Que martirio habrá sido para ellos, acompañarnos a la espeluznante velocidad de 0,5 nudo/hora cuando el resto la hacía a 10. No hay más que agradecimiento para ellos.
Así la navegación fue trascurriendo entre la placidez y el silencio del río matizado por el canto de algún pájaro. Lamentablemente no pude hacer fotografías de ellos, ya que cuando soltaba el volante (o los remos mejor dicho) la embarcación comenzaba a girar en círculos o se empecinaba en ir hacia donde no tenía que ir.
De todas maneras saque fotos y filme con la go-pro ubicada estratégicamente en mi pecho. Si notan algún temblor no es por la correntada sino por el cansancio que se empezaba a acumular.
A eso de las 12,30 nos acercábamos a la desembocadura del rió en la laguna de Ansenuza.
Aquí termina lo fácil !! – le escuche decir muy contento a uno de los que nos custodiaban.
Haciendo como que no escuche enfile la proa hacia el montón de kayakistas multicolor que se veía a la distancia. Fue lindo ver como se iban moviendo al unísono las palas de los remos de todos ellos, cual aleteo de mariposas en el aire. Mientras que los nuestros (solo 2) se parecía más al de las mariposas cuando pegan en el radiador del auto.
En la laguna nos enfrentamos a las inclemencias del viento en contra, que levantaba olas gigantescas (de unos 10 cms) que pegaban contra la embarcación y nos mojaban.
Después de remar a toda máquina durante 15 minutos vi que todavía estaba en el mismo lugar. Decidí bajar del bote y caminar al lado como vi que hacían otros participantes.
Craso error!! El barro del fondo me succionaba las champion y era imposible levantar los pieses del fondo, fue necesario emplear una fuerza titánica para poder dar cada paso. En un momento temí por mi vida al verme convertido en una estatua de barro y sal por toda la eternidad en medio de la laguna. Logré volver a la seguridad del habitáculo y resignarme a seguir remando. Mis brazos se insubordinaron y se negaron a cumplir la orden. A lo lejos desde una lancha que no podía llegar hasta nosotros dado la poca profundidad del agua, cansados de esperarnos nos hacían señas para que nos acercáramos. Logre llegar y subir al bote salvador. Al hacerlo pude escuchar a lo lejos el silbato que hacía sonar mi mujer como Rose en Titanic para que la rescataran también a ella. El capitán no quiso esperar y raudamente partió rumbo S- SE. En 5 minutos pasé del último al primer puesto cuando el bote me dejó a la altura del nuevo Casino.
Debo decir que esos 5 minutos me devolvieron las fuerzas y logre que mis brazos volvieran a la vida. A estas alturas el viento no se sentía tanto (sotavento 2 nudos) y fue más fácil avanzar. Me fui acercando lentamente a la costa. El problema era que no tenía muy claro a donde debía llegar. Me quedé a esperar en el medio de la nada hasta que llegaran los primerizos que venían detrás. Varios observadores situados sobre la costa me levantaban la mano, fotografiaban, saludaban y se preguntaban, que corno hacia allí sin moverme. La realidad es que no quería llegar primero, ya que había tenido ayuda externa y no quería herir el amor propio de nadie.
En pocos minutos hicieron su aparición los primeros kayaks que fueron llegando y desembarcando. Grande fue la sorpresa al ver que me había pasado de largo del punto convenido.
Así que tuve que desandar parte del camino y yo también di por concluido el desafío al pisar tierra (o barro) firme en un lugar cercano. Las agujas del reloj marcaban las 14 horas. (La aguja corta en el dos y la larga en el doce en mi reloj )
Seguidamente, ya sobre la costa pude ver el arrivo del grueso de los participantes que habían realizado el trayecto completo a pura sangre.
No había rastros de mi compañera hasta que unos minutos después llegaba la lancha de los rescatistas con el 14 y mi mujer a bordo.
EPILOGO
Luego del reagrupamiento en suelo firme nos dirigimos al lugar donde recibiríamos un refrigerio, certificados de participación, fotos y regalos. Muy buena la organización y la atención recibida por toda la gente de Marull y Miramar.
Muchas gracias por permitirnos participar, aún sin contar con experiencia previa. Ya estamos pensando en la próxima, si la Profe Paula nos vuelve a prestar las naves ¡!!